En copa y cachondeo …

Uno llega al bar, pide café y croissant, y en vez de zambullirse en el golazo de Mbappé, ¡sorpresa! Sólo se habla de árbitros. Pedri parece haber sido absorbido por un agujero negro y Valverde, ¿era jugador o un mito urbano? El Madrid se enfrenta al City y la gran incógnita es si Rüdiger irá acompañado de superhéctor… digo superhéctor, porque hasta el séptimo tema no salta la chispa.

Mientras tanto, Guardiola dice que su equipo tiene un 1% de probabilidades, como si estuviera hablando de encontrar un trébol de cuatro hojas en una feria de botánica. Nos preparamos para un duelo de titanes, ni Real Madrid ni City quieren el asiento caliente del chiringuito de Europa, y todo termina deviniendo en una clase magistral sobre el significado de ‘you’ con palabras feas de acompañamiento.

Claro, es fascinante observar como el fuera de juego es analizado con la misma precisión que un cirujano con luces de discoteca. Los pisotones que deberían pisotear, ahora parecen el nuevo break dance. Los árbitros del campo, aquellos con el silbato más fuerte del universo, ahora son meramente asistentes de esos seres en las cámaras VOR que, al parecer, tienen un doctorado en complicar el fútbol.

Sostengo la teoría de que los que aman la polémica más que el fútbol, son como esos que prefieren las tapas huecas: mucha carcasa, poco relleno. Entonces, madrileños, antimadrileños y aquellos equipos que no saben si quejarse o tomarse una siesta, tienen algo en común: la paciencia para aguantar al árbitro.

Va siendo hora de disfrutar el partido como se debe; como niños, viendo un tremendo control de balón, un regate de esos que marean a los defensores y un gol que hace que los cantantes de ópera se sientan novatos. Dejad el arbitraje a los profesionales y no olvidéis: en fútbol, y en la vida, siempre cabe un error. Eso sí, que el espectáculo no se lo lleve nadie.