Luka contra el calendario y los cronistas…
Se imaginan el Bernabéu sin Modric, como una paella sin arroz. Sí, así de raro suena. La idea de que Luka solo tendrá 13 entregas más en la Liga es más aterradora que un lunes por la mañana. Y sin un adiós en plan «¡Hasta luego, Lucas!» en la Champions, cómo lo haría Kroos, no tiene sentido. Luka merece un contrato hasta que el césped del Bernabéu crezca canas.
Para los fanáticos del fútbol, tanto madridistas como los que no, Modric es un héroe de historieta. Su camiseta se transporta más que un chiste malo. El mundo lo aplaude como al Federer del balompié: magistral, elegante y siempre con un as bajo la manga. Con cada gol, sube el récord de los «seniors» peloteros. En este Madrid lleno de giros, Modric es el tapa goteras.
Ahora, hablemos del partido contra el Girona, donde Ancelotti decidió jugar al Tetris con el equipo. Con Bellingham de espectador, nuestro mago táctico cambió el 4-3-3 por el 4-2-4. El Girona intentó resistir, pero fue al final superado por un cañonazo de Modric que ni una pared de plomo podría detener. El entrenador volvió a su fórmula clásica con Rodrygo a un lado, Vini al otro y Brahim haciendo sus magias.
En medio del espectáculo, no olvidemos al guardián de los tres palos, Courtois, quien decidió que si Modric era el mago, él sería el ilusionista. Con dos paradas milagrosas, impidió que el marcador se desvirtuara y, al igual que siempre, se lució como el portero que mete más miedito que un examen con preguntas sorpresa.
Pero no nos olvidemos de Alaba, quien después de 434 días volvió al campo cual hijo pródigo, dispuesto a recordar que además de defensa es casi un juglar con el balón. Su presencia no solo sirve para dar descanso a Rüdiger, también para organizar ataques que cumplen con la ley de Murphy… de la perfección.
Y si hablamos de arte en movimiento, hablemos de Mbappé. Qué pase le metió a Vini, un pase de esos que hacen gritar goles antes de que el balón entre. No lo vimos marcar esta vez, pero el gol se olfateó desde que empezó a trotar por la pradera verde, dejando claras las intenciones con cada toque. En resumen, fue un día de magia y sorpresas, al estilo Madrid.