El arte de marcar golazos desde la prehistoria …
Hay jugadores que cuando se acaben dejarán más hueco que el Rastro un domingo. Modric es uno de esos, una especie en peligro de extinción como el dodo pero más hábil con el balón. Cada partido suyo es un documental de National Geographic, más valioso que un tesoro perdido. Con los relojes biológicos apuntando a la medianoche, cada tarde con él es una joya. Este jugador, pequeñito de cuerpo pero gigante de magia, decidió hacer un bis en el Bernabéu.
En un encuentro que parecía más un juego de tronos que de fútbol, decidió hacer su magia. Con un gesto natural, acomodó el balón con el pecho, dejó que votara como quien decide el ritmo de una samba, y le pegó de chanfle, al estilo argentino, para que el balón se fuera alejando de la portería rival como mi dieta de los lunes. Todo, desde treinta metros. Fue el típico tiro del que hasta el portero contrario quiere una foto para su Instagram. Los jugadores del Girona, resignados, pensaron que si tenían que irse, que sea con un gol de Modric. Así, el Madrid, digna obra de arte, enderezó un partido que manejó con la destreza de un estudiante en exámenes finales. Tras una noche de Champions épica, siempre existe el riesgo de que la siguiente jornada en la Liga sea un ensayo de siesta. Y al Madrid, le costó… a medias.
Con la presión en la mochila
El equipo jugó como si tuvieran de árbitro a su abuela: con más cuidaito que brillo. Administraron el regalo de Modric con más precaución que quien lleva un jarrón caro. Mbappé falló lo que ni mi abuela en la consola y Vinicius hizo de tren bala, solo que con menos paradas en la red. Finalmente, ambos conectaron en una jugada magistral, como un dúo que hubiera ensayado hasta en sus sueños. Al final, Vinicius mataselló el partido mientras el Girona probaba un poco de Courtois, exigiendo lo mejor de su catálogo.
Hacia un final de infarto
Ancelotti ya dejó caer el sábado que la Liga se decidirá en la última jornada. ¡Vaya emoción! Con los miércoles llenos de partidos potentes, los tres aspirantes, aunque estén cada uno en su jardín, van a decidir quién se lleva el trofeo.
Ninguno parece que vaya a pisar el freno. El Madrid, después de una seguidilla de partidos contra el City, salió más vitaminado que un zumo de naranja. Gana el aficionado, que disfruta un campeonato como hacía tiempo no se ve. Si los árbitros no se empeñan en arruinar la fiesta, podemos tener un final de temporada espectacular.
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