El base que podría cambiar la NBA por el flamenco…
Patrick «El Lanzador» Beverley, un base con más polémicas que triples, ha vuelto a hacer de las suyas. En medio del runrún sobre su fichaje con el Real Madrid, ha sido demandado por darle un pelotazo doble a dos desafortunadas aficionadas. ¿Quién dijo que el baloncesto no era un deporte de contacto?
Detallamos la jugada: durante un partido de los playoffs, Beverley, que lleva años coleccionando polémicas como otros postales, decidió lanzar el balón a la grada. Resultado: Jessica Simmons y Katie Lanciotti sufrieron un «pase» de campeonato, y no de los que terminan con una canasta. El impacto fue tan insólito como los despistes de un defensa en el área.
No es por sembrar el caos, pero Jessica acabó con problemas respiratorios y Katie, con su collar roto y un dolor inmediato, tal vez más intenso que al enterarse del precio de las cervezas en el estadio. Algunas fuentes dicen que incluso los paramédicos entrenaban para el próximo maratón, pues tuvieron que correr a socorrerlas.
Después del incidente del «doblelazo», la NBA dejó en el banquillo a Beverley por cuatro partidos, tiempo suficiente para que las afectadas puedan repasar su agenda médica. Y, por si fuera poco, el base se quejó de los insultos racistas que recibió desde las gradas; porque, ya sabes, insultos sí, pero pelotazos deportivos, ¡jamás!
Las dos mujeres no solo demandan a Beverley, sino que han arrastrado a los Milwaukee Bucks y hasta al técnico asistente al estrado judicial. Exigen que se cubran los gastos médicos y una compensación por cada punto de emoción desbordado… ¡y que devuelvan la dignidad perdida al ser escoltadas fuera del pabellón!
En este picaresco episodio de baloncesto, Beverley, que podría perfilarse como la nueva cara del Real Madrid, tendrá algún que otro quebradero de cabeza. A pesar de su reputación de duro, parece que ha encontrado un oponente en la ley que no se deja intimidar.
La próxima temporada, tal vez el base prefiera los saludos al estilo político antes que los balones voladores. Quizás en Madrid, entre unas tapas y un gazpacho, Beverley encuentre formas más agradables de hacer amigos y, quién sabe, perfeccionar su canto de flamenco.