El carrusel de actuaciones de los blancos ante la Real…

Carlo Ancelotti, o como el resto del mundo lo llama, «El gran Carletto», sigue removiendo su caldero de jóvenes promesas en el Madrid. Aunque algunos sospechan que en realidad es un remedio para el insomnio. En la previa al partido contra la Real Sociedad, Carletto nos recordó la sabiduría del viejo sabio del fútbol: «La paciencia es una virtud… que pocos tienen». Mientras el Real prepara sus propias audiciones para «La Voz», Ancelotti se las arregla con una plantilla tan competida como un torneo de siestas.

¡Lunin al rescate! Nuestro querido portero ucraniano decidió tomar el rol de superhéroe, sacando balones de todos los ángulos como si fueran tartas voladoras. Parada por aquí, puñetazo por allá, y todos los fans saltando de sus asientos gritando: «¡Luuu-niiiin!». Un 9 para Lunin, y esperemos que no termine en Marvel.

Por otro lado, Asencio demostró ser un buen amigo de las tarjetas amarillas. Tras una confusión y un “¡puerta giratoria!” le tocó salir prontito del campo. A falta de escudero, fue Lucas quien entró a hacerle compañía.

Tchouaméni fue toda una revelación. Ya se rumorea que en su contrato hay una cláusula que le prohíbe perder un solo duelo. Implacable en defensa, el francés dejó boquiabiertos a todos con un taconazo digno de tutorial en YouTube. ¡Un rotundo 10!

Rüdiger y Fran García también se batieron en duelo. Si Rüdiger trató de combatir con todo, Fran pareció algo distraído. Quizás pensando en su lista de la compra, mientras la hinchada le gritaba: «¡Fran, despierta!». Ambos con pulgares arriba, pero Rüdiger un poco más.

La actuación de Camavinga fue algo así como «50 sombras de fútbol», con momentos de brillantez y otros, no tanto. Ceballos y Bellingham fueron los encargados del ritmo, siendo Jude el mejor amigo del marcador: pases de gol que podrían conmover al mismísimo Spielberg.

El solitario Arda Güler intentó atrapar su minuto de fama sin lograr mucho, dejándonos a todos preguntándonos si estábamos viendo a un jugador de fútbol o a un monumento. Al menos su dedicación le ganó un aplauso. Endrick, por otro lado, parecía que había encontrado oro con esa jugada de otro mundo que terminó rompiendo redes de manera espectacular.

Vinicius nos deleitó con magia brasileña… y un poco de samba defensiva. Al retirarse, dejó el brazalete de capitán en manos de Carletto, quien dijo: «Vinicius tiene que aprender a trabajar en equipo», aunque quizá lo que en realidad estaba pensando era en cómo conseguir otro café.

Finalmente, por el banquillo vimos a Alaba, y Brahim y Rodrygo, quienes se unieron a la fiesta en los últimos minutos, porque en el Madrid no hay partido aburrido. ¡Qué espectáculo en el Reale Arena! Por lo menos hasta el próximo partido, cuando volvamos a ver el espectáculo de Las Locas Aventuras de Ancelotti y su Pandilla en el Bernabéu.