Cuestión de ser cebra, no burro…

Aurelien Tchouaméni se ha convertido en un nuevo espécimen futbolístico. El que hace mes y medio parecía más perdido que un pulpo en un garaje, ahora es el rey de la sabana futbolera. La evolución del francés ha sido más discreta que un ninja practicante, pero eso sí, constante como el tic-tac de un reloj suizo.

Hace 40 días, el Madrid se vio las caras con el Celta en la Copa. Fue justo después de que el Barça les hiciera un 2-5 que aún reverberaba en los tímpanos madridistas. El Bernabéu decidió que su deporte favorito sería abuchear al francés por megafonía. Total, si hay que repartir bronca, mejor darla a quien juega fuera de posición, más perdido que un WiFi en el desierto. Con los compañeros rindiendo al nivel de una siesta en domingo, Tchouaméni no parecía Superman. ¡Sorpresa!

Eso sí, el entrenador Ancelotti pensó que cambiar al ’14’ de posición sería una gran idea, aunque no tanto como sacar un pez del agua y pedirle que trepe un árbol. Habrá que preguntarse en qué pensaba ese día. Sin embargo, el controlado caos ha hecho su magia: el equipo ahora juega más arropado, evitando esos desamparos que dejaban a Tchouaméni más expuesto que el sol en un eclipse.

Resulta que no ser pitado en casa hace maravillas en la moral de cualquiera. Ayer el francés fue de lo mejorcito del Madrid, con una autoridad que ni el Rey León. Cuando subió al mediocampo con la entrada de Alaba, se le vio liderando con más confianza que un perro con collar nuevo.

Escuchar ahora que ha aprendido la lección gracias a los silbidos es como decir que con el palo y la zanahoria se hace un gazpacho delicioso. En este juego del Madrid, parece que el secreto está en ser la cebra lista y no el burro testarudo.