Los Rojiblancos descubren un nuevo baile, el 4-4-2…
En el siempre glamuroso teatro de la Liga de Campeones, el Atlético de Madrid se lanzó al ring contra sus archirrivales madrileños por quinta vez. Con ese entusiasmo contagioso, Jan Oblak, el superhéroe esloveno, dejó chistando a Vinicius en su primer intento. Pero no pudo hacer mucho en el primer gol del Madrid… ni en el segundo show de Brahim.
Marcos «El Antivincius» Llorente, por su parte, waspadeaba de un lado al otro, casi como si estuviera buscando su lado más fotogénico. Chocó contra Vincius pero luego se redimió, salvando el 3-1 en el último suspiro, convirtiéndose casi en el tipo al que llamas para mover un sofá pesado en tu mudanza.
Julián Álvarez vivió una montaña rusa de emociones. En el minuto 9 lanzó su primer proyectil, que al explotar en golazo provocó que incluso las estatuas del Metropolitano alzaran las cejas. Mientras tanto, Griezmann, el elegante mosquetero que siempre cuenta con otro truco, apenas sabía que el balón era para meterlo en la portería.
Finalmente, el director de orquesta, Diego «El Cholo» Simeone, gesticuló más de lo que habló. Él sabe que la Champions es como un rompecabezas: lo importante es no perder las piezas debajo del sofá. Y aunque el 2-1 no fue el plato fuerte deseado, él y los suyos dejaron todo cocido a fuego lento para el siguiente asalto.