El derbi como una novela de espías…
El derbi madrileño fue la versión futbolera de una novela de espías. Un partido donde la acción era tan secreta que hasta los goles parecían mensajes cifrados. El ritmo fue tan discreto que parecía que los jugadores habían aprendido a jugar escondite en lugar de al fútbol. Sorprendentemente, entre el suspense y la táctica de la nada, emergieron tres golazos que podrían calificar como fugas maestras de una cárcel de máxima seguridad.
Fue como si Rodrygo estuviera infiltrándose en la retaguardia del Atlético disfrazado de mago, mientras que Camavinga intentaba desactivar la maquinaria de Alvarez al estilo de un agente secreto con un kit de herramientas. Mientras tanto, las probabilidades de abrir fuego con todo el arsenal se desvanecieron como si cada entrenador tuviera el maletín del botón rojo y ninguno se atreviera a presionarlo.
La verdad es, que ambos equipos jugaban al ajedrez en un tablero de fútbol, pensando más en el próximo movimiento en el Metropolitano que en rematar el encuentro en el Bernabéu. Quizás estaban recordando viejos casos de misterio inverso como el del Manchester City de Pep. Este miércoles, probablemente alguno recuerde alguna pista perdida en el césped donde pudo haber hecho más… pero no lo hizo… o no quiso.