El arte del enfado como estrategia…
Kylian Mbappé ha decidido que las sonrisas están sobrevaloradas. Después de tres partidos sin marcar ni al arco iris, se enfrascó en su versión “no estoy para tonterías”, y al fin mandó a dormir el balón en la portería del Rayo. ¿Festejo? Ni hablar. Con cara de limón agrio, lanzó su puño al aire como si estuviera cazando moscas.
Dicen que el secreto del éxito es enfadarse bien, y Mbappé parece haberlo pillado. Como esos días en los que ni el WiFi funciona bien, el delantero se lanza al campo con la misión de mostrar que puede volver a ser el héroe que todos esperan. Ahí le tienen, con su cara de póker, dispuesto a conquistarlo todo… menos a compartir el balón con Vinicius.
Algunos dicen que Mbappé está de vuelta; otros, que ni él mismo se aguanta. Pero, como bien dijo su ídolo Cristiano: a la hora de la verdad, lo único que cuenta es ganar. Así que, mientras Kylian se reconcilia con su sonrisa (o no), los rivales deberían empezar a temblar. Porque si enfadado es letal, imagínatelo contento… o, al menos, un poco menos gruñón.