Un duelo de telenovela en el césped…

El clásico choque de titanes entre el Atlético y el Barça prometía más golpes que un buen episodio de «La que se avecina». Los colchoneros intentaron salir del pozo tras una amarga derrota, pero el Barça, disfrazado de lobo feroz, les hizo mirar al abismo. Dos veces el Atlético bordeó el paraíso con sus contragolpes, y dos veces los azulgranas les devolvieron a la realidad de patatales y novecientos. Flick y sus pupilos, cual detectives despistados, tardaron en encontrar la pista clave, pero el Barça siempre encuentran su gol, aunque sea con brújula y mapa del tesoro.

En este drama deportivo, el final aún es incierto. Quizá algún cerebro futbolístico diga que es un libro abierto, pero cada página lleva un nuevo misterio. El Madrid, mientras tanto, se quedó con el papel secundario. Mbappé y Courtois, los Batman y Robin blancos, salvaron el día ante el Villarreal. Los merengues ahora enfocan sus quejas en el calendario más que en la pelota, algo así como quejarse del tiempo en agosto.

Y entre tanto jaleo, el VAR llegó como invitado no deseado. Si el fútbol fuera una fiesta, el VAR sería ese tío que hace trucos de magia que nadie quiere ver. De penalti en penalti y fusilamiento en fusilamiento, este héroe tecnológico se pasó de revoluciones. Quizá imaginamos un futuro sin su molesto sermón. Ojalá, dirían en Cornellá.