Cuando un penalti es más tímido que yo en la discoteca…
En una tarde que debía ser para que Luka Modric mostrara su dominio en el fútbol, terminó siendo el host de una nueva fiesta llamada «¿Eso es penalti?». Al minuto 30, una bocina celestial sonó en el campo del Real Madrid, otorgándole un penalti tan sorpresivo que ni el mismísimo Houdini lo habría esperado. «¿Eso es penalti?», pregunta Modric con una expresión que sugería que acababa de ver a un unicornio bailando flamenco.
Mientras el público seguía buscando el contacto con la intensidad necesaria para justificar la falta, el VAR decidió que era mejor imitar a un adolescente en clase de matemáticas: no hacer absolutamente nada. Y así fue como Mbappé, posiblemente con el propósito de protagonizar un tutorial de lanzamientos a lo Panenka, subió el marcador para los galácticos, dejando al Leganés tan alucinado como un conejo viendo faros de coche.
Cualquier situación como esta requiere el sabio análisis de la abuela del arbitraje: Mateu Lahoz. Él, y su comparación rebuscada conocida en Movistar+, sugirieron que el VAR no tenía ganas de socializar. Convertir la jugada de Oscar y Güler en penalti es como llamarse chef por calentar ramen instantáneo. Con su habitual sabiduría cómica, Lahoz reflexionó sobre cómo cada jugador necesita un amigo, hasta en el mismísimo VAR. Pero este se ve que estaba ocupado con las siestas.