¡Ole, ole, ole! ¡Remontada a la vista!…
Imaginen que están en Mendizorroza, primer acto, cortina abierta. Apenas han pasado unos segundos del pitido final en el partido donde el Real Madrid se lleva la victoria por 0-1 contra el Alavés. De repente, cual héroes de cómic al rescate, aparecen Rüdiger y Bellingham saltando al terreno de juego como si fueran bots animados en un videojuego de fútbol retro.
Como si de unas cheerleaders de campeonato se tratase, Rüdiger comienza a mover sus brazos al aire y gritar «¡Vamos, vamos, remontada!» en lo que parecían señales secretas para llamar a un ejército de alienígenas futboleros. Mientras tanto, Bellingham coloca una mano en su corazón, como quien jura amor eterno al balón, y se dirige a la hinchada con una mirada que claramente dice: «Ya pensamos en el siguiente episodio, amigos».
La afición, con pancartas que brillaban más que cualquier cartel de neón de Las Vegas, no podía resistir la llamada de la remontada, esa sagrada palabra que hace que hasta el espíritu del viejo Bernabéu despierte para sumarse a la fiesta. Porque sí, señores, el Real Madrid no es solo un equipo, ¡son los Avengers del fútbol!