La magia de creer que todo está perdido…
¡Atención, mundo del fútbol! Hoy el universo entero se detiene para presenciar el espectáculo más estrafalario: el Real Madrid intentará demostrar que puede dar más giros que una peonza sobrecargada de café expreso. El amado Bernabéu se convertirá en un circo romano, donde solo faltarán leones albinos y gladiadores en chándal, mientras los jugadores hacen malabares emocionales entre el «todo está perdido» y el «aquí estamos para ganar».
El Arsenal, esa fortaleza infranqueable que no encaja ni un gol ni por compasión, se presenta como el jefe final de videojuego que necesitas derrotar tras perder 22 veces seguidas. Es el kaiju del fútbol, más impenetrable que un castillo de Lego blindado. Su portero es prácticamente un ninja que rechaza balones como si fuera deporte olímpico. Mientras tanto, el Real lleva más goles en contra que puntos en un examen escrito por un gato doméstico. Pero claro, todos sabemos que en la Champions, las estadísticas son tan útiles como un paraguas en un submarino.
Así que mientras los jugadores del Arsenal temen ser poseídos por el fantasma de los milagros madridistas, los antimadridistas tiemblan como gelatina en un terremoto, temiendo el embrujo que transforma el Santiago Bernabéu en el teatro de los sueños disparatados. Hoy es el día de los improbables, del caos organizado y de los quiebros a la lógica. Un día donde hasta el más serio de los analistas aspira a comerse sus propias palabras como si fueran palomitas viendo un thriller. ¡Que comience la función, señores!