Un partido de fútbol convertido en drama teatral…

En una dramática tarde en el Coliseum, Sánchez Martínez se convirtió en el Sherlock Holmes del fútbol. Mientras Ceballos entraba al campo, la grada decidió darle la bienvenida con una serenata desafinada de «¡Ceballos muérete!». Tchoauméni, demostrando habilidades auditivas que ni un chihuahua, alertó rápidamente al árbitro, quien se ató la capa de héroe y voló a la banda como si de un superhéroe se tratara. Ya sólo faltaba el bat-señal en el cielo para que la escena fuera completa.

El eficiente árbitro, en modo James Bond, comunicó la situación a los entrenadores y al delegado de campo. Así, con la elegancia del mayordomo de Batman, advirtió que la próxima vez se convertirían en una cita de vestuario. La megafonía no tardó en sumarse al drama, utilizando su tono de «se acabó la fiesta, chicos» para tranquilizar a la tribuna. Finalmente, el protocolo funcionó, y se detuvieron los gritos cual hechizo de Harry Potter bien lanzado.

Pero, ¿por qué tanto odio entre Getafe y Ceballos? Todo inició en 2016, cuando el entonces joven sevillano decidió transformarse en hechicero de emociones con su ruido de péndulo contra el Getafe. Tras desearles una visita a Segunda División, el resentimiento se ha mantenido como el mejor café amargo, servido frío y con rencor. De lo que no cabe duda, es que Ceballos deja huella, para bien o para regular.