El gran dilema arbitral en el mundo del balón…
¡Oigan, fanáticos del esférico! Medina Cantalejo, presidente de los árbitros y amante de los silbatos, sigue al mando hasta que Louzán decida con su varita mágica. Se cree el James Bond del arbitraje, pero en lugar de sacudirse enemigos internacionales, se enfrenta a decisiones incomprensibles de la plantilla arbitral.
Sus días son una película de acción: uno donde los árbitros son héroes incomprendidos y necesitan más protección que Batman en Gotham. Medina, que parece tener más reuniones que una junta de vecinos, insiste: sin un escudo del presidente, el arbitraje se va por el sumidero más rápido que un balón desinflado. Empieza a parecer un episodio de «CSI: Gol», donde desentrañar lo que ve el VAR es tarea digna de Sherlock Holmes.
Y cuidado, que la inteligencia artificial entra en el campo. Pronto, podríamos tener robots pitando bajo los focos o analizando cada jugada, aunque Medina insiste en que el error humano es tan inevitable como cuando confundes al gato con la ropa sucia. Los árbitros están más agotados que un portero al final de una tanda de penaltis, pero ahí siguen, listos para el siguiente partido como guerreros encebollados del silbato.