El VAR organiza una fiesta sorpresa en el minuto 96…

La final estaba más tensa que el precio de las palomitas en un cine, cuando de repente, ¡pum! Un instante de drama digno de una película de Hollywood. Al minuto 96, la física entró en juego más que en una clase de física cuántica: Asencio y Raphinha protagonizaron una caída libre que habría hecho sonreír a Newton. El árbitro De Burgos Bengoechea estaba seguro del penalti, pero justo antes de hacer historia se escuchó una voz; ¡era González Fuertes desde la sala del VAR, tan firme como un Pingüino empacado!

«Richi, colega, por si has olvidado tus gafas en casa, mejor échale un vistazo a esta obra maestra en la pantalla», le dijo el VAR con la calma de un mimo en pleno acto. El árbitro se plantó frente al monitor con más concentración que un gamer a medianoche. Detalle tras detalle, la escena se revivió cual bucle infinito en una red social, y allí estaba el conejito del VAR: ninguna pierna tocó al delantero, era un salto al vacío más falso que un billete de 7 euros.

Así que ¡poof! El penalti se evaporó y a Raphinha le tocó una amarilla, una advertencia que seguramente ni Chiquito de la Calzada habría podido imaginar. El desenlace fue tan inesperado que creíamos que iban a salir confeti y unicornios del estadio. Los espectadores, igual que nosotros, se quedaron preguntándose: ¿es fútbol o un episodio de «Los Misterios del VAR»?