Épico desenlace en la Copa del Rey…

Imaginen una escena más tensa que un partido de Monopoly entre amigos: el Barcelona y el Real Madrid se enfrentaban en la final de la Copa del Rey. Todo estaba preparado para la tanda de penaltis, hasta que Koundé decidió que esa noche no iba a ser para aplausos moderados, sino para ovaciones de estadio lleno. Como si se tratara de un ninja con botas de tacos, robó un pase galáctico de Modric y lanzó un misil desde la frontal que ni siquiera un Super Saiyan podría detener.

La épica no terminó ahí. Con un Koundé saltando de alegría y un Courtois que se preguntaba si acaso estaba en una galaxia lejana, lejos de Madrid, el tiempo se acababa. Rüdiger, desde el banquillo, pensaba que lanzar objetos como si estuviera en el carnaval de Rio era buena idea. Mientras tanto, el árbitro, con la paciencia de un profesor de primaria en una excursión de fin de curso, ponía orden.

Pero el show no podía terminar sin Gavi, el Flash del Barça, corriendo a celebrar en la cara de Asencio, como si de un concurso de miradas se tratara. Asencio, evidentemente indignado, se quedó sin palabras, mientras Endrick calmaba las aguas. Todo terminó en un malentendido de novela, y Gavi continuó su gesta celebrando por el campo como si hubiera descubierto el quinto sabor del helado. Todo bajo la mirada de los aficionados, que se debatían entre la risa y el asombro.