Un pie en el campo y otro en la enfermería…

Antonio Rüdiger podría ser el próximo Terminator, pero esta vez en versión balompédica. Nuestro héroe jugó el último partido como si se tratara de una película de acción, ignorando señales de peligro tanto como Bruce Willis en una torre llena de terroristas. El defensor, único superviviente del equipo de centrales del Real Madrid, se puso vendajes en la rodilla no de una, sino de diez capas, casi rozando lo absurdo. Parecía más preparado para salir a un combate en la Antigua Roma que para un clásico en pleno siglo XXI.

Cuando su cuerpo empezó a gritarles «¡basta ya!» en el minuto 60, durante un Clásico más caliente que un debate sobre si CR7 o Messi es el ‘GOAT’, Rüdiger reaccionó como el tipo duro que es. Con cada paso, su rodilla crujía como si estuviera pisando paquetitos de patatas fritas. Pero ahí estaba Ceballos, el Sam Gamyi del fútbol, acudiendo al rescate cual escudero fiel con un poco de espuma mágica para aliviar los calambres.

El show no podía estar completo sin nuestros amigos del cuerpo médico, que entraron al campo armados con más cinta adhesiva que la que se necesita para envolver todos los regalos de Navidad. Sin embargo, el mito de Rüdiger terminó quedando en evidencia tras un empate a lo Houdini de Ferran, y tuvimos el cameo del inefable Vallejo calentando motores pero sin despegar. ¿Lo mejor de todo? Rüdiger cumplió su papel de héroe caído hasta la prórroga, porque claro, mudarse a la enfermería no es tan fácil como salir corriendo a los vestuarios.