Drama, magia y conejos en el Bernabéu…
Si los partidos fueran telenovelas, el Real Madrid sería el protagonista que siempre termina en un lío, como si le hubieran tatuado «complicarse es vivir». Ayer contra el Celta decidieron escribir otro capítulo épico: cuando todo iba sobre ruedas, el Madrid sacó su lado Harry Houdini y empezó a retorcerse. Un tal Güler, que de repente se creyó violinista en Broadway, despertó a sus compañeros con acordes invisibles y en nada estaban 2-0 arriba, haciendo que los del Celta se preguntaran si habían entrado en un universo alternativo.
Pero claro, estos chicos blancos no pueden vivir sin un poco de adrenalina. Con el partido convertido en un thriller de sábado por la tarde, el Celta dijo «aquí estoy yo» y con el mago Aspas como director de orquesta, acortaron la distancia a 3-2. Los últimos veinte minutos fueron como ver a un mimo resbalando sobre un plátano, una condensación de defectos que habrían hecho que hasta Sherlock abandonara la investigación. Sin embargo, el Madrid salvó la vajilla, dejando a Ancelotti tocándose las sienes y pensando si efectivamente duraría hasta el día 25 antes de que le pidan explicación.
Mientras tanto, en una galaxia no tan lejana, el Barça seguía su estilo temerario de «¡a rotar que son dos días!». Dicen que Flick trajo hasta pintura nueva para los vestuarios, con ese toque Picasso que los jugadores nunca esperaron. Esto puso el liderato de La Liga en modo electrocardiograma hasta que por fin las luces de Milán indicaron la salvación. En otros confines, el Atlético fue atrapado en una especie de hechizo oscuro tras el penalti de Julián Alvarez. Seguro Griezmann está buscando al Mago de Oz para regresar al emocionante mundo de las motivaciones, pues el Atlético parece tener la energía de un lunes por la mañana en el mundo de los magos del fútbol.