Los héroes blancos resisten como gladiadores…
En un giro digno de las tragedias griegas, el Real Madrid decidió sacar el orgullo por fin, como quien desenfunda una espada láser en mitad de un partido de petanca. Los blancos se enfrentaron al Mallorca, la pesadilla en forma de equipo que ya los había hecho ver las estrellas el pasado 18 de agosto, cuando las expectativas del Madrid volaron más alto que un balón de Mercadillo.
Con doce intrépidos guerreros caídos en combate (también conocidos como bajas), el equipo merengue se quedó con apenas diez jugadores propios y una convocatoria que parecía más bien el elenco de una obra de teatro universitario. Los jugadores sanos se reunieron como si fueran los Vengadores, decididos a evitar que el barco se hundiese más que el Titanic después de chocar contra su fatídico iceberg.
En este escenario digno de una película de acción de bajo presupuesto, el Real Madrid decidió que este mal sueño no les hundiría. Y así, lucharon como si el último bocadillo del recreo estuviera en juego, demostrando que el fútbol es a veces más surrealista que una novela de ciencia ficción y que, cuando las cosas se ponen feas, sólo queda una opción: seguir corriendo hasta que los números del marcador digan basta.