Sevilla lucha con honor al estilo Gladiator…
Nada se jugaban, como cuando te comes una palmera de chocolate solo porque puedes. Pero en Sevilla parecía que la permanencia en Primera División estaba en juego, aunque no había más peligro que un mosquito en una fiesta de Halloween. El partido se endureció más que una rosca de churro pasada, sin que nadie encontrara la razón, salvo la teoría de que todo era un entrenamiento de gladiadores en el Coliseo moderno. La grada sevillista adoptó el papel de villano habitual, esa suegra que no te da tregua, pero esta vez, el árbitro pescó a los chicos-rudos del Sevilla con las manos en la masa.
Ese árbitro con nombre más famoso que el de un primo en una boda, Busquets, decidió que la solución a las travesuras era dejar al Sevilla con menos gente que un lunes de resaca. ¡Pum! A los diez minutos, Badé estaba fuera, y a poco de empezar la segunda parte, el equipo se quedó con nueve, como un equipo de amiguetes al que le falta el delantero que se fue corriendo porque pasaba el camión de los helados. La teoría de que esta vez el finger food había sido pedida en el palco en lugar de en la grada parecía ganar peso.
Total, el ambiente más tenso que una cuerda de guitarra antes de un solo de Slash, se dirigía por momentos exclusivamente contra los visitantes y su palco imperial. Mientras que el Madrid hilaba sus pases como una peluca en un ventilador, el juego creativo brilló por su ausencia, como esa noche loca donde decides beber zumo de naranja en una discoteca. Para ver más de la acción de este culebrón que ríete tú de las telenovelas, había que sacar el pase VIP exclusivo que prometía más intrigas que un domingo de elecciones.