Las lágrimas, abucheos y ovaciones épicas…

¡Ay, Anfield! El escenario de los dramas más intensos, las emociones más explosivas, y ahora, la despedida de Trent Alexander-Arnold, quien después de 20 años en la tierra del fish and chips decidió que era hora de buscar el sol madrileño. Alexander-Arnold, que comenzó como un mini ‘red’ con seis añitos, jugó su último partido mientras la afición se debatía entre la fe, la desesperación y el grito futbolero. Las gradas, como una telenovela en alta tensión, no paraban de abuchear sin saber que el jugador ya estaba haciendo las maletas para el Real Madrid.

Por ahí estaba Jürgen Klopp, escondido tras una montaña de pintas, diciendo que apagó la tele para no ver cómo abucheaban a su ex pupilo. Claro, no es fácil ver partir a alguien que podría haber sido el Robin Hood del fútbol, si este deporte fuese una leyenda medieval llena de balones y penaltis. Pero como el fútbol es espectáculo y lágrimas enrolladas en goles y octavos de final, el Liverpool se proclamó campeón semanas atrás, así que algo de alegría quedaba en la niebla inglesa.

Arne Slot, con más libros de estrategia que un ajedrecista ruso, destacó que los pases de Alexander-Arnold fueron algo así como notificaciones de un goleador nivel Dios. ‘Lo difícil que es despedirse de un club como este’, decía Slot, mientras apuntaba que sus ‘highlights’ duran casi tanto como una siesta dominguera. Un pase a Darwin Núñez que fue la diferencia entre una pizza fría y una recién salida del horno, demostró que este chico se va por la puerta no grande, sino gigantesca. ¡Olé, Trent!