Diario de un Mundial en Deshielo (Día 5)…

Imaginemos a Mbappé caminando por Miami, enfrentándose a una sauna de músculo en la calle y un iglú de pingüinos bailando bailes de salón en cada habitación cerrada. El pobre francés está atrapado entre las garras de un microondas gigante y una nevera digna de un oso polar aficionado al esquí. Vamos, que su termostato interno ha montado una huelga que ni los sindicatos más radicales. Y mientras su cuerpo pide socorro, los periodistas españoles están derritiéndose como helados al sol, soñando con piscinas de aquarius y manzanas voladoras listas para ser devoradas.

Los entrenamientos del Real Madrid se han convertido en un desfile de toallas más empapadas que los cocodrilos en el Amazonas y de botellas de agua más mimadas que un gato persa. Mbappé y su tropa se enfrentan al clima como si fueran gladiadores en la arena de un anfiteatro romano… lleno de ventiladores. Y mientras tanto, me pregunto, ¿y la prensa? Bueno, van cayendo uno a uno como moscas bajo los zancudos excesos del aire acondicionado. Más de un periodista ha sido derribado en combate, víctima del «temido resfriado polar de Miami».

Así que aquí estamos, jugando al escondite con el sol al grito de «¡no me atrapes Antonino Polar!» y deseando que el termómetro baje un par de grados antes del próximo partido. Más porque los 32º y el 70% de humedad prometen convertir el estadio en el mismísimo triángulo de las Bermudas donde hasta las ruedas de prensa desaparecen. ¡Rezad, rezad fuerte! Porque el espectáculo debe continuar, incluso cuando el propio clima quiere unirse al equipo contrario.