De Budapest al Pachuca en un camión de locura…
Era enero de 1948, y en Budapest hacía más frío que en una nevera sin enchufar. Pero eso no detuvo a Ladislao Kubala y su amigo György Marik, dos valientes del fútbol, quienes decidieron salir del país disfrazados de soldados soviéticos. Por un momento, esto pareció una misión de James Bond, pero con Kubala y Marik como protagonistas, menos elegantes que 007, pero mucho más habilidosos con el balón. En una furgoneta con más gente que en un estreno de Star Wars, cruzaron la frontera sin que nadie se percatara. ¡Ni siquiera los guardias húngaros se dieron cuenta de que parecían sacados de una película de espías de baja calidad!
Una vez fuera, no todo fue un camino de rosas. Llegaron a Innsbruck casi esquiando, como si se tratara de un entrenamiento para los Juegos Olímpicos. ¡Imaginadlos saltando sobre vallas y bajando colinas a la velocidad de los Enanitos Toreros! Y finalmente, después de enfrentarse con la maraña burocrática de la FIFA y demás instituciones, Kubala junto a sus colegas formaron el Hungaria, un equipo que conquistó los corazones de los aficionados… y también España. Con sus destrezas casi mágicas, asombraron a todos, dejando atónitos incluso a los acostumbrados al espectáculo de la Liga Española.
Luego, mientras Kubala hacía historia en sanguíneos partidos, Marik se paseaba por las cálidas playas de Manacor, fingiendo que el fútbol no era más que una gran tortilla de patatas en la que nadar. Finalmente, nuestro querido György, rebautizado como Jorge, saltó el charco hasta México para convertirse en la chispa detrás del éxito del Cruz Azul. Sus hazañas vinieron acompañadas de goles espectaculares, un legado en los banquillos y un apodo tan imponente como ‘El Ruso’, dejando huella como el mejor regalo de Hungría para el fútbol latinoamericano. Marik, el maestro, se fue con 58 años, dejando tras de sí una estela que brilla más que un estadio repleto bajo las luces de medianoche.