El tic-tac de las musas perdidas…
En la galaxia de los futbolistas soñadores, parece que nuestro querido Vinicius se ha quedado atrapado en un agujero negro temporal, reviviendo una y otra vez el fatídico 28 de octubre. Dicen que su Balón de Oro se fue con Rodri, y desde entonces no encuentra la pelota ni con GPS. En su debut en el Mundial de Clubes contra Al Hilal, jugaba como si el balón fuera un cactus caliente, mientras sudaba más que un pingüino en el Sahara. ¡Alguien llame a Marty McFly para que le devuelva al futuro!
Ver aquel Real Madrid-Borussia Dortmund de octubre es como abrir una cápsula del tiempo. ¿Dónde está ese Vinicius que parecía tener un GPS infalible en los pies? Ahora, en vez de regatear, hace turismo espeleológico por campos de fútbol, intentando colarse entre rivales como un explorador de cuevas. El pobre lleva tanta frustración acumulada que necesita un abrazo y un buen café. O tal vez un balón nuevo, porque el anterior parece estar hechizado.
Xabi Alonso, el entrenador filósofo, ha dictado un sabio mantra: «más pausa y menos caos, querido Vini». Necesita meditar cual monje zen, porque el camino a su gloriosa versión no pasa por prometer diez veces más, sino tan solo hacer lo que ya hacía maravillosamente bien. Solo necesita recordar cómo puso de rodillas al mundo con aquellos goles mágicos. ¡Hazlo simple, Vini, y volverás a brillar con más oro que un anillo de Frodo!