El duelo de calculadoras entre Inter y River…
Franco Mastantuono, una joven promesa del fútbol mundial, está a punto de meterse en un lío de los que Ni Magi –el mago de las mates– podría desenmarañar. Enfrentarse al subcampeón de Europa, cansado por una temporada que más que larga parecía el trayecto Madrid-Londres andando, y compartir liderato con ellos no es tarea fácil. Pero, ¿qué es lo que realmente nos mantiene al borde del asiento? Un empate a dos. Sí, el famoso 2-2, tan esquivo como encontrar un trébol de cuatro hojas en el desierto del Sahara. Algo que, si se logra, dejaría a Mastantuono y compañía en la gloria, como si hubiesen descubierto el secreto de la eterna juventud.
Pero no se confíen, amigos míos, porque a lo lejos ruge Monterrey con su ineludible responsabilidad de arruinar la fiesta. Sergio Ramos, nuestra torre de control volante, no quita el ojo del partido del Inter como si fuera un halcón tras su presa. El escenario es tan complejo que solo falta que intervenga Hercules Poirot para resolver el misterio del triple empate. Es tanta la incertidumbre que cualquier espectador podría necesitar un doctorado en siquiera entender los cálculos necesarios para clasificar.
Este es el mundo que precede al aterrizaje de la joven estrella en el Real Madrid. ¡Y ni su futuro cambio de vida le saca de concentración! Mastantuono está tan enfocado que podría jugar un partido de ajedrez a 10 partidas del campeonato mundial mientras saca pecho en el estadio. Sabe que debajo del escudo de River arde una pasión que demanda héroes. La misma pasión que ofrecerá al Real Madrid, donde, por supuesto, ya preparan una alfombra roja y una calculadora, porque si algo les gusta es poder decir «Ojalá hubiéramos empatado a dos».