Un partido de fútbol o una partida de ajedrez…

El Real Madrid se puso las botas en un espectáculo digno de una película de acción. La primera parte fue como ver a un chef cocinando una tortilla perfecta: cada movimiento estaba tan calculado que ni la yema se rompió. El Salzburgo miraba el reloj esperando el recreo, mientras los blancos sacaban la artillería de un estreno de Star Wars. ¡Qué manera de mover la pelota, señoras y señores! Pero claro, todo lo que sube tiene que bajar y en la segunda parte, el equipo decidió cambiar la acción por el drama y se dejaron ir como quien tira el primer borrador del guion.

Dicen que el fútbol es un juego de ajedrez, pero Xabi Alonso hoy parecía más bien un mago en una partida de Tetris. Sacó la línea de tres centrales como si seleccionase figuritas en una máquina expendedora y Bellingham se paseó por el campo como si estuviera decidiendo en qué lado del sofá ponerse para ver la tele. Uno por uno, los cambios tácticos parecían las fichas perfectas de un puzzle que ni el pequeño de la casa podría descolocar.

A pesar de que el Real Madrid redujo la velocidad, tuvieron el partido siempre bajo control como quien lleva un dron con GPS. Por cierto, los laterales estaban tan altos que necesitaban un telescopio para verlos. Los de Xabi mantuvieron la intensidad, probablemente creando nuevos agujeros en el ozono con cada presión alta. Al final, el Salzburgo se despidió con más preguntas que respuestas y un puñado de anécdotas para contar en la próxima barbacoa.