Una telenovela de balones y pesetas…

En Argentina, las cosas se ponen más emocionantes que un episodio sorpresa cuando Franco Mastantuono, la nueva ficha del Real Madrid que parece que chutó al balón mientras aún estaba en la cuna, tiene su historia de formación metida en un buen lío. River Plate Azuleño, el entrañable club de barrio que lo vio crecer más que su primer diente, está pidiendo el pago de los derechos de formación como quien le cobra a un amigo la pizza del viernes. Han metido el caso a gol en una demanda judicial para recibir su parte del botín cual piratas de los contratos, reclamando por los menesteres de Mastantuono que han pasado de River a River, hasta caer en las manos de los merengues del Real Madrid.

Por su parte, el Real Madrid, vistiendo su mejor camiseta blanca y con la tranquilidad de un abuelo viendo la tele, declara que ellos tienen nada que ver con este salseo. Parece que más bien metieron las monedas justas en el bote del traspaso cuando pagaron por Mastantuono, sin ahorrar en impuestos ni en chocolatinas de bienvenida. Y tan tranquilos que están, que pueden pasarse la tarde viendo a sus nuevos heroicos fichajes haciendo maravillas en la cancha.

Mientras tanto, el River Plate Azuleño se planta firme como un cactus en el desierto, gritando a los cuatro vientos a través de sus redes sociales que, hasta la fecha, su cuenta bancaria no ha recibido ni el más minúsculo céntimo de euro proveniente del gran salto de Mastantuono al estrellato. Como si el dinero fuera un Pokémon difícil de cazar. Con tanta intriga, no me extrañaría que pronto Netflix lance su propia película sobre este culebrón deportivo. ¿Qué final hará llorar al público? Solo el tiempo (y los tribunales) lo dirán.