Un partido de fútbol más allá del césped…

Señoras y señores, prepárense para un relato épico en el magnífico teatro de lo inesperado, donde el césped es más verde y las lágrimas caen como goles en el descuento. Imagínense un minuto de silencio que resuena más fuerte que un estruendo de tambores en carnaval. Así empezó el encuentro entre el Real Madrid y el Borussia Dortmund en el Mundial de Clubes. Trent, con el corazón más destrozado que un balón tras la patada de un elefante, miraba al cielo buscando no una, sino dos estrellas. Dicen que en esos momentos todos escucharon el silbido del viento… o tal vez fue el silbido del árbitro confundido.

Nuestro querido lateral inglés, hábil como un gato en zapatillas de ballet, intentaba concentrarse mientras las cámaras lo acechaban como si fuera el último churro en una feria. ¡Ah! El dolor en su cara era tan evidente que incluso el balón decidió rodar más despacio para acompañar el ambiente solemne. Nadie podía negar que la atmósfera era tan densa que se podía cortar con un cuchillo… o con una tarjeta roja.

Por supuesto, antes del partido, Xabi Alonso, que lleva la sabiduría de un monje y la moda de una pasarela, expresó sus condolencias con palabras tan profundas como un saque de banda de Trent en un buen día. ¡Ay! Éste no era un partido cualquiera; era una oda al fútbol y a la amistad, envuelto en una emotiva manta de recuerdos. Así, uniendo corazones y botas, el Real Madrid caminó hacia el campo, dejando una estela de madrugadas reflexivas en Miami que bien podrían hacer llorar hasta a una sandía. ¡Hasta siempre, Diogo y André!