El belga se queda y se corona como la esfinge blanca…
En el legendario coliseo del Real Madrid, el titán belga Thibaut Courtois ha decidido seguir plantado delante del arco como un elegante espantapájaros, alimentando los mitos madrileños. Este hombre, que podría detener una sandía lanzada por un cañón, ha firmado una renovación por un año más, justo cuando todo el planeta tierra pensaba que iba a cambiarlos por un descanso plácido en las orillas del Misisipi. El contrato es sencillo: sin partidas extras, sin juegos malabares, solo un año puro y duro de portería.
La gente esperaba que el contrato llevara un apéndice diciendo que si Courtois completaba 100 paradas en un solo partido o paraba un penalti a ciegas, se le añadiría otro año más. Pero al Madrid le gusta correr riesgos, aunque Pilatos lo pensaría dos veces antes de quitarle la titularidad. Eso sí, el gigante de las porterías deja a su amigo Lunin con las mismas probabilidades de ser titular en el club que las de ganar una partida de ajedrez contra un pulpo.
Y si pensaron que esto ya no podía ser más divertido, sus rivales del Villarreal casi llenan una piscina de lágrimas al enterarse de que Lunin no piensa soltar a este gigante de las manos, a pesar de que podría aprender a volar antes que titular en el equipo blanco. Al parecer, en el castillo de Valdebebas, el mote de «imperturbable» es sinónimo de «sospecha», porque el valor de Courtois sigue subiendo como el nivel del mar en la Edad del Hielo.