La Aventura Inglesa del Doble del Siglo…
¿Qué tienen en común un niño de la guerra y un debut digno de Hollywood en el Wolverhampton? La respuesta es Emilio Aldecoa, un vasquito que un buen día decidió cambiar el curso de la historia del fútbol británico… ¡y todo gracias a una carta!
El 10 de septiembre de 1943, en un giro digno de cualquier comedia de enredos, el entrenador del Wolverhampton recibió un telegrama de su jugador estrella fingiendo estar malito. Sin ningún plan B, decidió incluir a un joven que tenía un parecido más que razonable con el titular. Nuestro Emilio, el chico de recambio, demostró que no solo era doble de riesgo, sino también de goles, marcando el tanto del falso triunfo. La afición aún se pregunta quién era quién en ese campo.
Ni corto ni perezoso, Aldecoa se coló en el campo tan sigilosamente que ni los gerentes ni la prensa lo notaron. El resultado fue una crónica de partido que tenía más errores que un examen de matemáticas de primaria. Que si Dickie Dorsett, que si gol aquí y allá… pero la verdad era que nuestro héroe vasco había inaugurado el marcador del Wolverhampton.
Emilio nació el 30 de noviembre de 1922 en Zorroza y, en una movida típicamente vasca, emigró al fútbol inglés como respuesta al caos de la Guerra Civil. Luego de subidas, bajadas y giros inesperados, terminó firmando con el Athletic de Bilbao por un precio que hubiera hecho sonreír hasta a un vendedor de coches usado.
El trato: Si querían asegurarse de que valía la pena la pasta, debían dejarlo jugar primero. Y así, entre goles y paseos por distintos clubes, Emilio se convirtió en una estrella del deporte rey, pasando por Valladolid y Barcelona —donde jugó al lado de Kubala— y terminando su carrera en el Girona.
Ya como entrenador, Aldecoa repitió más veces en los banquillos del Girona que los goles que marcó en ese famoso debut. Sin duda, su vida fue una montaña rusa de goles, cartas dudosas y equipos que no sabían ni quién jugaba. Y aun así, se quedó a vivir en Lloret de Mar hasta su último día el 4 de septiembre de 1999. Así que, la próxima vez que reciba una carta «sorpresa», piense en Emilio y en el golazo de su vida.