La desaparición del mago del mediocampo…

Cuando Dani Ceballos se lesionó, Ancelotti experimentó un déjà vu más aterrador que ver a su suegra en bata. Nuestro técnico favorito, que había encontrado su nuevo punto G —G de equilibrio— en el 19 del Madrid, ahora suspira mientras observa la banda como si fuera una película de terror de Serie B. Con Ceballos fuera de combate, Carlo tendrá que volverse malabarista profesional. No es que le falte calidad al equipo, pero alguien debe explicarle al calendario que no es un dictador en potencia.

Mientras el mister se pregunta si tiene raíces brasileñas para poder hacer otro «baile del tiki-taka», el reto es encontrar una nueva alineación ganadora antes de que el teleprompter se quede sin órdenes. Y aquí es donde aparece la ‘fórmula Valverde’. Ancelotti había gozado del lujo de convertir al uruguayo en un lateral derecho cuando el mediocampo estaba en modo ‘Ceballos ON’. Pero ahora, le toca improvisar más que un monologuista en apuros. La ecuación ha cambiado y mezclar a Tchouaméni con café no está sobre la mesa.

Sin el hombre que añadía picante al guiso táctico del equipo, los blancos deben buscar un reemplazo digno. Camavinga puede ser el cambio más natural; Modric sería como pedirle a un abuelo atleta que gane otra medalla; y Valverde, pues eso, el comodín más preciado. La rotación de Ancelotti es ahora como un coche con un neumático menos: no es imposible, pero tampoco cómodo.

En defensa, el maestro Ancelotti bien podría pedirle a Fede al menos una clase rápida de cómo tocar la guitarra con los pies, porque la banda derecha parece más una feria de variedades. A medida que busca en el banco, Carlo espera que aparezca un diamante en bruto que reluzca en el momento más crucial. O al menos uno que logre llamar la atención del misteriosísimo calendario, porque los títulos no se esperan a nadie, ni siquiera al venerable Ceballos. ¡Ánimo, míster! Que el próximo «fichaje» sea más encantador que una siesta al sol.