El Real Madrid contra el City de Guardiola…
La Champions sin el Madrid en octavos es como una paella sin arroz: impensable. Los blancos eligieron el sendero de la intriga haciendo un paseíllo con el City, pero acabaron como torbellino en el carnaval de los octavos. Parece que Madrid y Champions riman mejor cuando se zafan del rap del VAR en LaLiga. Dos bailes ante el City han llenado de ilusión el corazón merengue. Además, con un Mbappé que vuela más que el Halcón Milenario, ¿qué madridista no sueña con su Decimosexta? Aunque, siendo justos, los adversarios más temidos del Madrid están más cerca de casa: el Atleti y el Barça. Respecto a Ancelotti y Guardiola, un misterio sin resolver: ¿por qué criticamos al primero como si no hubiese mañana y al segundo lo ponemos en un pedestal? ¿Habrá pacto con los críticos?
Mbappé dibujó la escenografía marcando los tres primeros tantos, cimentando su reinado blanco y disparando su cuenta a 28 goles. La pregunta del millón: ¿llegará Mbappé al medio centenar en su año debut en el Bernabéu? Para mí, un sí rotundo. Con goles que dejaron a Gvardiol revisando manuales de defensa y con un toque sutil que arrancó aplausos como bis en un concierto de rock, Mbappé mostró su mejor cara bajo el brillo madrileño.
Como quien no quiere perder la fiesta, Raúl Asencio se apuntó con un pase de categoría, emulando al gran Ramos y dejando a Mbappé con un caramelito para el 1-0. En defensa, con Haaland ausente y esta versión City de siesta, Asencio tuvo una noche de peluche.
El Manchester City, el equipo que era sinónimo de éxito, ha tenido un desliz más grande que un resbalón en el hielo y, pese a las expectativas, se quedó observando el cielo raso europeo desde la lona del cuadrilátero. Guardiola, el filósofo del fútbol, parece ahora más enigmático que el propio Sphinx, y su continuidad es tema de tertulias en cada esquina de Manchester.
Finalmente, Tchouaméni, quien siempre recibe más críticas que un árbitro en el Trivial, regresó al mediocampo y dejó a los rivales comiéndose las uñas. Su actuación, digna de Oscar, fue recompensada con una ovación que retumbó desde el Paseo de La Castellana hasta la Galaxia.
Por supuesto, siempre con eso de no faltar el respeto, el Bernabéu coreó algunos cánticos que hicieron despeinar a algún guardia de seguridad con la risa, incluso más cuando se oyó un «Guardiola quédate». ¡Ah, el sarcasmo, el arte más madrileño!