Del Bernabéu a la playa de Copacabana…

Carlo Ancelotti se ha convertido en una versión carioca de James Bond, pero en lugar de esmoquin, ahora viste de amarillo y verde, y su coche es más blindado que la papada de un pelícano. Su misión: conquistar la tierra del samba con la misma gracia con la que Di Stefano conquistó Europa, pero sin tanto cha-cha-chá. Entre caipirinhas y táctica, Carlo se enfrenta al reto de su vida. Olvídense de pasear tranquilamente por la Finca, porque ahora sus paseos son por la arena de Copacabana, donde tiene que esquivar más fotógrafos que Messi defensores en un contraataque.

Fortificado como un castillo medieval, Ancelotti ya vio su primer partido en la Libertadores, donde descubrió que el tráfico de Río es más complicado que entender el fuera de juego. En el estadio del Botafogo, con un bocadillo en una mano y una zamba en el corazón, visualizó su estrategia secreta para convertir a Brasil en una máquina de fútbol imbatible: les hizo cantar «We Will Rock You» al revés mientras driblaban cocos. ¡Es un genio!

Mientras tanto, le llueven los recuerdos del Real Madrid como caramelos en Carnaval. «¡Un hasta luego, no un adiós!», exclamó mientras pensaba en esos croissants de Valdebebas. La relación con el club merengue es tan fuerte que ni una estampida de capibaras podría disolverla. Totalmente convencido de llevar la sexta estrella a Brasil, Carlo promete entrenar al equipo brasileño con la táctica del Real Madrid, pero con más ritmo, más fiesta y mucho más samba. ¡A bailar, que el mundial espera!