El Real Madrid y su nuevo deporte: el patinaje sin hielo…
A día de hoy, Carlo Ancelotti no baila el tango, pero vaya que está haciendo piruetas para mantenerse en el ritmo frenético del Real Madrid. El desastroso 3-0 ante el Arsenal ha dejado a Carletto más desorientado que un pingüino en el Sahara, y al equipo blanco con menos confianza que una tostada al saltar de la tostadora. La semana que viene será crucial, pues más que una semifinal, Ancelotti se juega su carnet VIP en el banquillo, ese que podría ser más efímero que un helado en una tarde de julio en Sevilla.
El Real Madrid parecía más un mosaico de piezas perdidas que un equipo de fútbol fusionado, con la defensa y el mediocampo peleándose como si fueran los protagonistas de un reality show. Las críticas llueven sobre Ancelotti como si hubiera abierto un paraguas al revés. La salida de Kroos ha dejado al conjunto merengue tan perdido como un celular con GPS sin señal en medio del desierto. Lo único que consiguen son chispazos individuales para encender una llama que más bien parece una linterna con pilas bajas. La vuelta de Ceballos es ahora como ver un oasis al final del túnel, ¡ojalá traiga su brújula!
Agregar gasolina al asunto no ayuda, ya que los cambios de Carletto son más lentos que el Internet a pedales en temporada alta. Si ya la situación física de los jugadores es preocupante, las rotaciones escasas lo complican más aún. Mientras Brahim parece haber jugado cinco minutos en un bucle temporal, los nuevos fichajes permanecen en toque de queda en el banquillo. Si no logran estar a la altura en el Bernabéu, volverán a casa con más preguntas que una esfinge egipcia, cuestionando si el lugar de Ancelotti es un trono o una silla eléctrica encubierta.