El vals del bueno de Carletto, ¡qué no pare la música!…
Señoras y señores, niños y niñas, abróchense el cinturón que Carlo Ancelotti está a punto de dar su último concierto en la Gran Casa Blanca. ¡Sí, como lo oyen! Mientras los rumores vuelan más que un balón en un partido de patio, todos parlotean sobre qué Xabi Alonso esto, que Klopp lo otro. Pero el señor Ancelotti, con más trofeos que abuelas tienen caramelos en sus bolsos, sigue componiendo sinfonías mientras intenta que le dejen hacer su último rock and roll sin interrumpirle.
Los muchachotes del vestuario, esos que se supone deberían correr como si vieran un billete de cincuenta euros volando, parece que este año han decidido que mejor se quedan leyendo el suplemento dominical. Porque a Don Carlo cuando más dribleo necesita, más le toca escuchar el eco de sus propios pasos. Cada intento de armar el baile se marcha directo al disco de oro de los ‘éxitos perdidos’. Cuánto daño hace al corazón ver a uno de los pilares de la orquesta dirigiendo su banda y que lo único que oiga sea «Rodrygo no está, hasta luego».
Así que amigos del fútbol, si este es el adiós de Mr. Ancelotti, que lo haga como se merece: escogiendo su repertorio, tocando con las partituras que él quiera y no las que Vinicius, Rodrygo o el fantasmita de Mbappé traigan bajo el brazo. Porque si esta es su fiesta de despedida, que la última canción la elija él, ¡y a bailar todos! Porque si hay que irse, que sea al ritmo de una rumba que haga temblar hasta el techo del Santiago Bernabéu.