Un central con más resbalones que un pingüino…
Ah, el fútbol, ese espectáculo donde basta un tropezón para convertir a Messi en un mero mortal con dos pies izquierdos. Nuestro protagonista, Raúl Asencio, podría escribir una epopeya griega basada en dos momentos de auténtica tragicomedia balompédica. Ironías del destino, se ve que cometió un penalti digno de un plato de espaguetis deslizándose por el suelo y, por si fuera poco, una temprana expulsión que haría palidecer incluso a Tarzán en la selva. Sí, sus meses en la élite se desmoronaron cual castillo de naipes en manos del primo torpe.
Pero atención, porque la vida del futbolista es una montaña rusa que ni el parque de atracciones más loco podría superar. Asencio, cual monje zen en sus redes sociales, nos deleita con una promesa que debería estar en todos los libros de autoayuda: «Trabajaré más que un hamster en rueda de gimnasio para revertir esta tortilla quemada”. Recibió una avalancha de mensajes, aunque el más notable fue de su portero, Courtois, que en el descanso optó por un «Menos errores, más cerebro, amigo», un claro mensaje de refuerzo. Claro, lo de amigo es interpretativo y depende del grado de cabreo.
Cuentan las leyendas que tras el traspié del segundo partido, Courtois se convirtió en un faro de la paciencia y entendimiento. Armado con cuatro corazones blancos, le dio un abrazo virtual a través de internet, acompañado de promesas de reconciliar discos duros y victorias. Asencio está ahora en misión, no-comediantes, de reivindicarse cual película de Rocky Balboa versión futbolera. ¡Quién sabe, tal vez la próxima vez le concedan un Oscar al desliz más elegante del año!