Un Clásico de película y gol en carteleras de Koundé…
¡Oh, la Copa del Rey! Ese premio tan brillante que ni la mismísima Mona Lisa podría competir en belleza. El Barça, en una actuación digna de una comedia de enredos, se llevó el trofeo aunque por momentos parecían más los payasos del circo que el equipo campeón. Ni Yamal ni Raphinha estaban para dar clases de magia, pero el Barça mostró su mejor truco: la presión, esa danza moderna que hace sudar al Real Madrid como si estuvieran corriendo un maratón descalzos por la arena del desierto. Y el héroe del día, Pau Cubarsí, demostró ser más rápido que una liebre con patines al anticipar cada jugada como si tuviera un DeLorean del futuro.
Pero, oh, sorpresa, cuando Koundé decidió firmar su particular obra maestra en el minuto 116, el Real Madrid se pensó que era el momento de despertar, pero un poco tarde, que ya estábamos casi cerrando la taquilla. El Señor Courtois, en un giro dramático digno de telenovela, decidió que esa noche no era su noche estelar. Y Rudiger, con más vendas que un muñeco de acción herido, intentó contener a Ferran sin mucho éxito. El Barça, con la energía de unos Pokémon recién evolucionados gracias a Araujo, Fermín y Gavi, logró evitar que el desastre se convirtiera en hecatombe.
Al final fue el gol de Koundé el que se llevó todos los aplausos, convertido ahora en leyenda (o en meme, depende de a quien preguntes). No siempre fue bonito, no siempre fue elegante, pero el Barça demostró que como un verdadero superhéroe, incluso en los días malos, cuando el traje no les queda bien y el villano está a punto de ganar, se llevan la victoria. Y así, entre risas, llantos de alegría y algún que otro «toma ya!», levantaron la Copa mientras soñaban con la próxima película, digo, ¿partido? ¡Que siga el espectáculo!