De protestas y toques mágicos…
O Bellingham cabreado, o ‘Jude el Furious’. No es que haya estudiado en la misma escuela de yoga que Vinicius, pero parece que han compartido alguna clase de ‘Cómo molestar a un árbitro en 5 pasos’. Claro, protestar con el árbitro es como discutir con un semáforo: no importa lo rojo que te pongas, no va a cambiar de color por ti. El pobre inglés tiene que recordar que su talento es mejor en el campo, no en una charla con el árbitro. Nos perderíamos sus jugadas y Vinicius se quedaría sin su compañero de cabreos, lo cual sería triste.
Mientras tanto, el sol brilla como si también fuera un fanático del fútbol, y la multitud entra al estadio con más entusiasmo que un niño en una tienda de chucherías. Los jóvenes se agitan más que camisetas en una lavadora, ansiosos por ver a sus ídolos hacer malabares, porque todos sabemos que esos toques antes del partido son casi tan emocionantes como el propio juego. Familias enteras disfrutan del día, y por algún misterio, un par de japoneses parecen más emocionados que los locales.
Ah, la Champions. Esa música épica te hace sentir que estás a punto de coronar a un rey, no de ver un partido de 90 minutos. Los rostros expectantes en la Castellana reflejan a los madridistas y franceses soñando con la gloria de sus equipos. Porque seamos sinceros, si no vienes del Madrid, siempre puedes unirte al club y fingir que llevas el blanco en el alma desde siempre. La Champions es ese evento que justifica ir al bar, gritar sin razón aparente y salir con una alegría que ni el gol de Ramos en Lisboa.
Para cerrar la noche mágica, Valverde le plantó un stop al rival como diciendo, “hasta aquí llegas, chaval”, mientras Asensio lo animaba como un entrenador personal justo antes de un maratón. La química del Madrid es tan evidente que hasta los catálogos de química orgánica empiezan a parecer menos complicados. Mbappé y compañía hicieron del adversario una taza sin café. La Castellana fue el camino de bajada para todos los que pensaban que los sueños a veces se cumplen, aunque haga frío.