Sudor y lágrimas en el partido del Madrid…
El estadio Santiago Bernabéu parecía un zoológico de emociones enjauladas que escaparon de sus jaulas a la velocidad de un Mbappé en su día libre. Todo iba sobre ruedas, como un carrito de supermercado bien engrasado, cuando Mbappé clavó un 3-0 a la vuelta del descanso. Pero, de repente, ¡zas! Se soltaron todos los tornillos y el Madrid montó su propio parque de atracciones de terror y suspense.
Los merengues lo bordaban hasta que, en un giro dramático digno de telenovela, todo el tinglado se vino abajo en la media hora final. Era como ver a un chihuahua intentar controlar una manada de lobos. Ancelotti, el domador de esta peculiar fauna futbolística, se metió en un lío más grande que un bocadillo de chorizo en una boda vegana. El partido pasó de parecer una goleada histórica a un susto de aquellos que hace que el Bernabéu pida literalmente los minutos a gritos.
La ansiosa hinchada pedía la hora, como si contaran cada segundo para volver a casa a ver si el corazón seguía en su sitio. El partido se convirtió en una montaña rusa de emociones, haciendo que el aficionado más curtido se sintiera como un novato en su primer partido. Vamos, un dramón digno de incluirse en un guion de acción, donde ganar parecía tan fácil como barrer pelusas en el desierto.