Cabral defiende su inocencia en zona mixta…
¡Atento, querido lector! En el Mundial de Clubes, en vez de goles, lo que volaron fueron chispas, como si estuviéramos en una discoteca de los 70. El asteroide de la controversia chocó cuando los planetas Cabral y Rüdiger se cruzaron en órbita. Qué digo órbita, ¡chocaron como dos rinocerontes en una tienda de porcelana! Rüdiger llevó su plato roto al árbitro, quien sacó su varita mágica e invocó el protocolo antirracismo. Pero Cabral, más tranquilo que un abuelito contando cuentos de terror, dice que todo fue un malentendido a lo «Argentino Style».
«¡Paren las rotativas! No fue racismo, fue algo más al estilo tango», explicó con la calma de una tortuga en yoga. Cabral confirmó que el lío comenzó con una patada que cruzó el charco sin visa, y una mano que queda en el aire como bandera ondeante de la paz rota. Si Shakespeare supiera de esto, lo escribiría en su próxima tragedia, pero Gustavo insiste, con la paciencia de quien completa un puzzle de mil piezas: «Solo le dije ‘cagón de mierda'».
Hasta Xabi Alonso intervino, como un caballero con armadura de plata pulida, declarando que la FIFA está en plan detective para esclarecer el caso. Rüdiger, en modo gladiador desafiante, prometía «ver a Cabral afuera» al más puro estilo película del Oeste. Pero al final, todo quedó en un drama más para el fútbol. Mientras tanto, el balón sigue rodando… y esperemos que las metáforas también.