Un cómico caos en la cancha…

El Real Madrid llegó al choque contra el Arsenal con la victoria en el bolsillo como quien llega a su fiesta de cumpleaños con un regalo sorpresa. ¡Inesperado pero bienvenido! Los muchachos de Ancelotti sudaron más que un pingüino en el Caribe para sacar esos tres puntos, pero ahí están, vivos y coleando como si fueran parte de un culebrón futbolístico intentando atrapar al Barcelona en la Liga. La magia del Bernabéu parece ser su talismán, aunque les vendría bien un poco de pócima para el talento en colectivo.

Hablando de magia, ¡Camavinga! Si alguien pensaba que la física cuántica es complicada, es porque no lo han visto jugar en mitad del caos. Si crees que cuando peor es mejor, el francés es tu hombre. Cuando el partido se volvió un terremoto de emociones y disparos desde todo ángulo, ahí estaba él, como un Robin Hood sin mallas verdes, robando balones y disparando misiles tierra-aire hacia la portería rival. Si alguien lo busca para clases de ballet en el campo, mejor que busquen otra opción, porque el arte de Eduardo es encontrar el orden en medio de la locura.

Por el norte de España, el Real Madrid siente la misma emoción que un turista perdido en el País de Nunca Jamás. Esos lugares donde las gradas rugen más que una manada de leones con megáfonos, y las tensiones se sienten como si fuera la final del Mundial. Pero el drama fue más que un teatro: Raúl Asencio fue el desafortunado protagonista de cánticos más desubicados que un pingüino en la selva. Ya es hora de nada de «Asencio muérete»; ese guión se ha vuelto demasiado repetitivo y merece una gran revuelta antes de caer en el aburrimiento supremo. Ancelotti no solo se ha reservado a las estrellas como Vinicius y Bellingham para el gran acto del miércoles, pero estos dos son el dúo dinámico que más de un supervillano deportivo va a temer.