Amores y odios en el banquillo de la portería…
En un pase magistral digno de sus mejores tiempos, Santi Cañizares se sinceró como un futbolista en la barra de un bar, durante una entrevista en Tiempo de Juego de COPE. Nos confesó con descaro que los porteros del Real Madrid, y del Valencia, más que compañeros parecían luchadores de sumo en un ring del barrio durante el festival del pueblo. Con Buyo e Illgner no hubo puñetazos, ¡menos mal! ¡Podrían haber sido expulsados del club por practicar karate en lugar de fútbol!
Sentado como si estuviera en el diván de un psicólogo, Cañizares recordó cómo el fichaje de Bodo Illgner bajo el mando de Fabio Capello fue un bálsamo mental para poder llevarse bien… por segundo. En Mestalla, la cosa fue distinta; con Andrés Palop fue una telenovela de amor-odio que duró seis años, como una serie interminable. Cuando llegó Timo Hildebrand, decidió probar el método milenario de ‘las ocho preguntas’, pero al octavo silencio, prefirió que le llamara Houdini y desaparecer.
Los tiempos han cambiado, confesó con humor, porque ahora los porteros parecen filósofos griegos iluminados. Dice que antes, los suplentes les miraban como si fuesen a sacar una daga oculta en el dorsal. Ahora, resulta que los porteros se llevan tan bien que incluso después de perder salen a tomar más copas que Casillas en la celebración del Mundial. El fútbol, como la vida, ¡es sorprendente!