El Valencia triunfa: de tarjetas a hazañas…
Amigos del fútbol con nombres impronunciables y amuletos de la suerte, Carlos Corberán, el gurú táctico del Valencia, demostró que el Bernabéu no es solo para heroicos duelos entre escudos dorados y dragones futboleros, sino también para actos mágicos de pura estrategia y un leve toque de locura. Con su auténtico ejército de valientes sin sus tres mosqueteros titulares, les enseñaron a sus rivales que hasta los caballeros de la mesa redonda necesitarían un GPS para encontrar su ritmo de juego. Más que partido, esto fue un espectáculo épico digno de una peli de Hollywood, con persianas levantándose de golpe en vez de telones.
El rumor en Valencia era si habían dejado caer el partido como quien suelta un helado al sol en pleno agosto, pero Corberán exclamó que no escuchó nada de eso. Mientras las guitarras flamencas sonaban en el vestuario y el chapapote de las gradas se convertía en aplausos, el técnico decía que la clave no era otra que la concentración y el trabajo en equipo, como si estuvieran reparando una nave espacial en órbita. Lo cierto es que, para lograr algo en el Bernabéu, necesitas más foco que batallón romano en toga.
Y es que ver a Giorgi Mamardashvili sacando reflejos de ultratumba y a los valencianos hallando la fe perdida entre las gradas, hizo que hasta el propio Zeus pagara antena para ver cómo tocaban la gloria. Hugo Duro y Rafa Mir, cual caballeros apareciendo en el último minuto, generaron el gol de la victoria, demostrando que valen tanto como cualquier leyenda futbolística. Asombrosamente, mientras algunos contaban puntos con la misma atención que se cuenta el oro en una mina, Corberán mantenía la vista en el horizonte y recordaba a los valencianistas que no se puede contar el pollo antes de que rompa el cascarón. ¿Europa? Sí, sí, pero ¡calma que esto apenas comienza!