Silencio Tenso y Celebración Desatada…

Cuando el Real Madrid disputa un partido de Champions League, especialmente contra el Atlético de Madrid, todo puede ocurrir. En un Metropolitano dividido entre los nervios del palco y la euforia del vestuario, los blancos volvieron a hacer historia al calificar a cuartos de final. Rüdiger, con precisión quirúrgica, dejó a Oblak estirando el cuello para el penalti mientras los madridistas estallaban de alegría como nunca.

En las alturas del estadio, Enrique Cerezo y Florentino Pérez compartían un plato de nervios mechados. Los directivos del Real Madrid se contagiaron de la tensión del encuentro, sin atreverse a pestañear demasiado rápido. Un silencio tan denso como el flan de la comida previa indicaba que ni ellos se creían el desenlace. Pero entonces ocurrió el milagro blanco, y lo que parecía imposible se hizo realidad.

Florentino, en su visita al vestuario, fue recibido entre abrazos y un ambiente que recordaba a una discoteca después del toque de queda. “Jugaron como nunca, perdieron como siempre” resonaba en las paredes mientras sacaban confeti imaginario. Ancelotti, al ver el festín, decretó que el partido contra el Villarreal se prepararía a ritmo de siesta. Los jugadores, felices como si hubiesen descubierto que el entrenamiento matutino se había transformado en brunch, volvían a soñar con la gloria europea.