El extraño arte del refuerzo por derrota…

Amigos del fútbol, cuando la vida te da limones, ¡haz limonada! Y cuando te da una derrota, ¡haz fiesta en el vestuario! Eso es exactamente lo que hizo el Real Madrid tras su descalabro en la Copa del Rey contra el Barcelona. Como si Batman hubiera olvidado su cinturón de herramientas, el equipo blanco pasó del plan A al plan ‘sálvese quien pueda’, con una defensa tan fiable como un castillo de arena. Pero he aquí que, tras el sofoco, los jugadores encontraron su superpoder perdido: la capacidad de hacer de un tropezón un nuevo comienzo épico.

La táctica de Ancelotti fue un poco como guardar los chicles en el bolsillo de los vaqueros… en teoría funciona, pero en la práctica fue un lío. Sin embargo, el equipo salió al campo decidido a presionar al Barça como un testigo protegido que descubre que su nueva identidad está mal escrita. Aunque los goles parecen haber sido tan esquivos como un balón invisible, el entusiasmo estaba presente, como pollitos corriendo tras un tren. Y aunque Íñigo Martínez se las arregló para picarles las costillas, el Madrid se quedó con la sensación de que este resbalón es justo lo que necesitaban para despertar del letargo.

Así que, atentos todos, porque con un centro del campo más compacto, al más puro estilo de una sandwichera comprimida, y el toque mágico de Mbappé al final, el Real Madrid prepara su revancha con optimismo. Si pueden convertir su ritmo de juego en una sinfonía de rock and roll, pueden acabar siendo una piedra en el zapato del Barça en Montjuic. ¡Cuando la victoria parece lejana, a veces son los porrazos que se convierten en los verdaderos maestros del arte de la remontada!