Un teatro de emociones en el Bernabéu…

El Santiago Bernabéu se convirtió en una mezcla de festival de despedidas y maratón de pañuelos, ahí donde los sueños de los jugadores se desvanecen como nachos abandonados. El estadio fue testigo del adiós a Carlo «Il Conductor» Ancelotti, cuyas conquistas dirigiendo el Real Madrid podrían llenar más vitrinas que una tienda de trofeos de segunda mano, aunque ahora ya está más cerca de convertirse en una leyenda que en un técnico. Junto a él, Luka Modric, el hechicero con el balón, se alejaba con la gracia de un cisne, dejando a todos preguntándose si algún día surgiría otro genio que conjurase goles de la nada.

No solo los madridistas agitaron pañuelos y recuerdos; desde el otro banco, la Real Sociedad también tenía su propio protagonista en la pasarela de adioses: Imanol Alguacil. Este entrenador con el talento de un jedi gestionando la Fuerza, se despedía del Bernabéu con un currículum que incluye el arte de vencer en casa propia y ajena. Como si no fuera suficiente, Alguacil deja su huella sobre un mar de lágrimas mientras sus discípulos esperan un último truco de magia en su caja de tácticas.

Claro, entre las emociones y las caricias, a alguien se le ocurrió mencionar a Mbappé, el velocista francés con la Bota de Oro en mente, aunque ni el mismísimo Flash habría corrido tan rápido del campo si Ancelotti hubiese decidido quedarse. Entre trofeos, despedidas y mucho más, el Bernabéu dejó claro que esta tarde no era para olvidar, porque en sus céspedes se había librado la última batalla de los valientes, o al menos así lo vio un fanático con lentes de sol en día nublado.