Juegos malabares y tarjetas danzantes en la final copera…

Hace calorcito en la cancha, señores y señoras. La final de la Copa fue un espectáculo tan movido que el árbitro Ricardo De Burgos Bengoetxea acabó con más protagonismo que un coyote en una fábrica de dinamita. Los análisis llevan días calientes y las discusiones más encendidas que un solero en Sevilla.

Comenzamos con Valverde, quien decidió ver si el balón tenía lo que se conoce como «gravedad infinita», al poner la mano en el suelo como quien prueba un flan de gelatina. El bueno de De Burgos dejó pasar la situación al ver que Pérez Burrull le daba su bendición; al parecer, las leyes de Newton aplican también al fútbol. Luego, en un giro digno de una telenovela, Ceballos y Cubarsí se abrazaron como en manada en pleno tiro de esquina, aunque había más cariño que falta.

En un triple salto mortal, De Jong se lanzó a cortar a Mbappé, con la sutileza de un rinoceronte en unos grandes almacenes. Solo fue amonestado con una amarilla de advertencia, pero tranquilos que paró justo a tiempo para las rebajas de tarjetas. Y por si fuera poco, el VAR se transformó en el Ojo de Sauron cuando Asencio peinó a Raphinha… ¡con la pierna! Más confuso que un toro en un desfile de disfraces, el árbitro se lo pensó y anuló el penalti. Al final, Barcelona se llevó la copa número 32 a casa, dejando a todos con un final más feliz que el del cuento de la Cenicienta.