Maurice Guigue y el drama de Chamartín…

Era el 21 de febrero de 1962 y mientras el Real Madrid defendía su preciado 0-1 en casa de la Juventus, el árbitro francés Maurice Guigue se encontraba atrapado en un culebrón tan dramático que ni el mejor guionista de telenovelas lo hubiese imaginado. El Bernabéu era más inexpugnable que el castillo de Hogwarts, pero aquella noche, Omar Sivori y su varita mágica marcaron el gol que lanzó un hechizo de derrota por primera vez en la historia blanca.

La Juventus llegó disfrazada de ninja total, con un look completamente negro que ni la peor pesadilla de Darth Vader habría imaginado. Eso obligó al pobre Guigue a buscar en el baúl de los recuerdos algo más colorido y así apareció vestido como un helado de mora con pantalón morado. Di Stéfano, que no estaba para bromas, llegó a la caseta del árbitro haciendo de estilista improvisado y exigiendo un cambio de indumentaria. «Que le van a regalar un Fiat», bramaba la Saeta Rubia mientras Guigue se defendía más que un gato acorralado por perros callejeros.

Maurice Guigue, que ya se sentía como un actor secundario en Misión Imposible, decidió hacer su cortina de humo personal y presentó su renuncia ante tanta crítica. Pero ojo al dato, como diría aquel, porque Guigue cambió el pito por la pistola, volviendo a sus días de gendarme en Marsella, mientras filosofaba sobre penaltis invisibles y partidos arbitralmente inmorales. Un árbitro francés más en el libro gordo de historias épicas, donde solo unos pocos tienen cabida junto a él y Georges Capdeville. Descansa en paz, maestro del silbato y los pantalones morados.