Cuando los logros pasados nublan el presente …
El Real Madrid llegó al Etihad como quien va a un museo: sin mirar demasiado los carteles porque ya habían visto las obras muchas veces antes. Al parecer, los blancos pensaban que el Manchester City seguiría siendo ese equipo imbatible que conocían, pero se olvidaron de que incluso los museos hacen reformas. Lo que los jugadores de Ancelotti encontraron fue más bien un cuadro abstracto: mucho papel pintado pero pocas líneas rectas.
Saltaron al campo como quien tiene un déjà vu ofensivo, recordando a los City de antaño que les habían dado algunos sustos. “¡Pero si Pep siempre tiene un as bajo la manga!” pensaban, imaginándose un partido donde la posesión era una pintura romántica de revoluciones pasadas. Pero la realidad fue un meme del siglo XXI: un City que en 23 partidos había coleccionado más derrotas que un mal día de pesca.
Chema Rey vio cómo Haaland pintaba su doblete como artista incomprendido, intentando ocultar el caos bajo un gol aquí y otro allá. Pero en el minuto 89, el lienzo del City estaba más claro que los ojos de Benzema: el Madrid ya había olido la descomposición de un equipo zombificado y listo para ser cazado. «¿Qué estamos haciendo?», resonó en el vestuario blanco como el eco de una casa encantada en Halloween. Una pregunta tan existencialista que Kant y Hegel aplaudirían desde sus tumbas.
El paso por los vestuarios fue como una visita a un spa zen: al salir, el Madrid redescubrió su ser y decidió que era el momento de convertir el partido en una obra maestra de Picasso: rara pero potente. En la segunda parte, el City se disfrazó de mazapán: blando y desmoronándose bajo la mínima presión. Los jugadores del Madrid repitieron “muchos huecos, muchos huecos” como un mantra espiritual, asombrados de cómo el equipo de Guardiola se iba deshaciendo como una piñata abierta.
El mismísimo Pep, con su boina imaginaria, admitió la maestría renovada del Madrid, comentando que este equipo blanco es un Frankenstein de posesiones largas, defensa intrépida y velocidad inesperada. El equipo de Ancelotti había conseguido vencer al miedo escénico, pintando un lienzo de superación deportiva en el mismísimo Etihad. Valverde cerró este acto con un «gran trabajo, hemos aprendido a saltar de página» en la novela gráfica del fútbol moderno.
Sin duda, el Real Madrid había desempolvado su baúl de antiguas victorias y adaptado su técnica al siglo XXI: con muchas facetas renovadas y un aire fresco, los galácticos parecen haber encontrado una nueva ruta estelar que los acerca otra vez a la cima del fútbol europeo. ¡Porque al final, toda obra maestra necesita su toque final!